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Carlos López Arriaga – Minimalismo litúrgico
Pasan los años, se consolida la nueva regla en los informes, deja de ser excepción. El México de los rituales cívicos, los grandes acarreos, el derroche festivo en la esfera oficial va quedando atrás.
Siempre lo supimos. Ni el presidente ni los gobernadores tenían obligación de desfilar bajo una lluvia de papel picado, entre un mar vociferante de aplaudidores, ubicados en banquetas, edificios, entrecalles.
Tampoco era necesario el incienso al poder expresado en festones, matracas, mantas, porristas, cohetones, edecanes, mariachis, bandas de guerra.
Pero se hizo por mucho tiempo. Era parte de un ritual o bien (MONSIVAIS, dixit) “la liturgia cívica del poder” y su infaltable culto a la personalidad.
Aquellas largas filas de agradecidos colaboradores, sindicalistas, empresarios, dignatarios extranjeros, ordenados en su impaciencia por felicitar al gobernante.
Protocolo al que la mordacidad de los reporteros bautizó como “besamanos”. En recuerdo, claro, a hileras humanas de inocultable similitud montadas antaño en torno a reyes y jerarcas religiosos.
Pero el cambio era inevitable. Quizás fue el hartazgo popular, la paulatina pero irreversible secularización de la vida pública, el desgaste del mito, el republicano rechazo a formalidades de tufo principesco.
Aunado ello a imperativos de seguridad y ahorro de recursos. El caso es que la gente hoy día se siente más cómoda con ceremoniales compactos y de corta duración, que se atengan a lo que marca la ley.
Es obligación del ejecutivo presentar un informe anual de actividades ante el poder legislativo, federal o local, según sea el caso. Nada los obliga a leer, pueden hacerlo llegar hasta con un propio.
Lo verdaderamente sustantivo es (o debiera ser) el contenido del informe, así como la glosa posterior. Esa revisión que (al menos teóricamente) las legislaturas harán del documento.
En tiempos anteriores a la era digital, se entregaban cajas y cajas con el informe ampliado, incluyendo apéndices estadísticos pesados como un ladrillo, en el sentido literal y también en su lectura.
Luego vinieron los discos digitales, CD, DVD (ignoro si BluRay). Quizás una memoria USB o su pariente mayor, la Unidad de Estado Sólido, SSD, por sus siglas en inglés, Solid State Drive. Acaso estos procesos de entrega y recepción informativa, terminen transitando vía Web.
Ello y quizás un mensaje televisivo (pregrabado o en vivo) desde la Casa de Gobierno, avenida Tamaulipas en Ciudad Victoria y Molino del Rey en la capital mexicana.
Y si el lector piensa que esta reflexión peca de anticlimática, permítame decirle que los dos aspectos sustantivos del evento (el acto de informar y su posterior tarea de glosa) estuvieron perdidos durante muchos años.
Quedaban ocultos bajo la lluvia de confeti. Mudos ante la sonoridad de los trompeteros reales, invisibles ante el glamour de la alfombra roja. Inaudibles bajo el fragor de los aplausos, marginados por la cortesanía y los fuegos de artificio.
En los años y décadas del partido único preocupaba más la envoltura que el regalo. El betún que el pastel.
Y en ocasiones se sospechó que acaso ni regalo ni pastel hubiera, solamente celofán multicolor y una densa capa de crema azucarada.
Cuando acabamos con dichas prácticas queda entonces lo que realmente importa. Un escrito que de manera formal resume la aplicación de los recursos públicos, así como el respectivo análisis de los representantes populares.
Pues bien, este viernes 29 de septiembre, a las 12 horas en palacio legislativo, el gobernador de Tamaulipas FRANCISCO JAVIER GARCÍA CABEZA DE VACA entregará el informe referente a su primer ejercicio anual y dará lectura a un mensaje político. Punto.
Minimalista el evento, como marcan los tiempos.
BUZÓN: lopezarriaga21@gmail.com