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Carlos López Arriaga – ¿Lucrar con la ayuda?

El estado de Morelos ofrece hoy las imágenes más crudas del terremoto, aunque es difícil señalar la entidad más afectada.

Ello, por la desproporción brutal de cualquier región provincial con la ciudad de México, megalópolis indudable. Localidades disímbolas, arquitecturas diferentes, insalvable abismo demográfico.

Aunque las imágenes llegadas de Jojutla, Zacatepec, Jantetelco, Xochitepec, Yecapixtla o Yautepec se antojen apocalípticas. Son las más llamativas, por lo menos hasta hoy, cuando (todavía) falta saber más de Oaxaca y Chiapas.

La devastación de edificios en la capital observa entre sus rarezas el haber sido tan focalizada. Trazó líneas que ahora los geólogos interpretan. Fracturas dibujadas a lápiz sobre el trazo de Google Maps y Street View.

Al menos, los capitalinos tienen por consuelo que las construcciones vecinas (al lado, enfrente, a media cuadra, a la vuelta) no sufrieron daño tan grave y hubo gente capaz de ayudarlos, proporcionar albergue.

En Morelos, en cambio (como en localidades pequeñas de Puebla o Tlaxcala) la tragedia los aplastó parejo. A donde volteen, la desdicha es común.

No llega el consuelo con la inmediatez, la celeridad que las corporaciones aplicaron desde el primer momento en las colonias Condesa, Roma, Narvarte.

De ahí la preocupación entre instituciones asistenciales, organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles, artistas (como el pintor TOLEDO en Oaxaca) y un sinfín de grupos independientes, por despachar comida, ropa, medicinas, agua.

Todo un caos propiciado por la misma generosidad de la gente. Impensable la sincronía, imposible el orden o la conducción racional.

Sobre todo, si hablamos de aportaciones que nacen del corazón, en distintos momentos, diferentes días y puntos lejanos del país.

No se van a formar, ni a descargar en función de un plan preconcebido, ni tienen porque pedir permiso a las autoridades en la urgente labor de llevar socorro.

Ni enlistarse, anunciarse, registrarse, avisar, reportar, planificar la entrega de acuerdo a criterios burocráticos.

Nomás la llevan siguiendo la inocultable ruta del dolor.

LOS GANANCIOSOS

Y aquí es donde toparon con pared. Al menos en Morelos (el caso más conocido) ya los estaban esperando cuerpos policiales instruidos por la autoridad estatal para canalizar todo a las bodegas del DIF. Más que una chulada, se diría que chulada y media.

Entre sorpresa y pasmo, YouTube se encargó de dispersar hacia las redes sociales la queja por dicho exceso de autoridad.

Mismo que a las pocas horas ya se convertía en remolino viral y, finalmente, en queja de una fuente digna de todo crédito, el obispo de Cuernavaca RAMÓN CASTRO.

Antes hubo videos grabados con celular donde las personitas del DIF-Morelos explicaban mediante monosílabos las razones de la incautación. Pero el testimonio del obispo dejó claro el atraco. Al respecto, vale barajar hipótesis:

1.- LA NOBLE: Manejada oficialmente. Ninguna intención hubo de robo ni de lucimiento con recursos ajenos. Solo el gentil deseo de repartir los apoyos racionalmente, de acuerdo a un diagnóstico preconcebido.

2.- LA INTERMEDIA. Planean entregarlo todo, sin quedarse con nada, pero solo hasta que dicho reparto fortalezca la campaña de la entrante candidata del PRD a la gubernatura de Morelos, hoy primera dama, ELENA CEPEDA.

3.- LA GRAVE. Van a lucrar parejo y no será la primera vez. En Tampico, durante los días posteriores al huracán “Hilda” (1955) hubo un Jefe de Mejoras Materiales que hizo fama por negociar con tales apoyos.

Mismos que luego salieron a la venta en el establecimiento de un compadre libanés. El citado funcionario sería luego gobernador del Estado.

Todas las opciones apestan. ¿Cuál prefiere usted?

BUZÓN: lopezarriaga21@gmail.com

WEB: http://lopezarriaga.blogspot.com

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