Cena de Negros

Editoriales 0 42

Marco A. Vázquez

Casi me hacen llorar las oraciones de los mexicanos por Siria, quizá por sinceras, la verdad es que duele el terror, el horror que provoca una guerra, lo descarnado y morboso que resulta para muchos difundir videos de niños mutilados, dañados física y emocionalmente, muriendo víctimas de las balas, granadas, gases.

Todo lo contrario es lo que provocan los políticos que se dicen ofendidos y preocupados por lo que pasa en aquel país, ellos solo provocan odios en su contra porque suenan falsos y es terrible que aprovechen la situación de dolor en busca de votos, que pretendan sensibilizar a un pueblo, que ya no convencen con sus promesas ni sus mentiras, con actos tristes como la amenaza de una guerra.

Con todo el dolor del corazón hay que decir que ambos, pueblo y políticos, al final caemos en el mismo error, lloramos y oramos por un país que está al otro lado del mundo, al débil que será víctima de los poderosos y es probable que lo destruyan pero no somos capaces de mover un solo dedo por lo que pasa en México, por empezar a cambiar nosotros y lo que nos toca.

Aunque duela, México y Siria se parecen mucho, lo que pasa allá lo podemos ver en muchas ciudades de este país que también son víctima de los políticos ambiciosos, de quienes pretenden el poder y lo obtienen al costo que sea, a veces empeñando la vida y el desarrollo de toda esta nación, otras entregándonos a los violentos como ha sucedido en el pasado y nos tiene como vivimos.

Para allá voy, a que también tenemos que orar por México pero como dicen los dichos, a Dios rogando y con el mazo dando, es decir, si nuestro problema son los políticos pues tenemos que meter mano a la política, de entrada preocuparnos por nuestra elección del mes de julio, investigar a quien podemos darle poder, confiarle el presupuesto, con quienes podemos tener un mínimo de garantías de que nuestros niños y muchachos van a estar bien, tendrán oportunidades, con quien podrán desarrollarse en libertad y sanamente.

Es en serio, México no resulta muy diferente a Siria, aquí también mueren niños, jóvenes, mujeres y hombres que son de bien, quizá sean los menos en relación a todos los asesinatos que se cometen pero debemos entrar en razón y exigir lo que es posible, que ya no caiga ni desaparezca ni un inocente más, lo podemos hacer de la mejor manera, en paz, mostrando nuestra postura inteligentemente en las urnas, investigando a cada uno de nuestros candidatos y candidatas y eligiendo a los mejores.

No, no se trata de salir a las calles y orar solamente, tampoco de atrincherarnos y provocar más violencia, solo es cuestión de ir haciendo lo que nos corresponde, no fallar en la política y estar más cerca de los jóvenes y los niños, que ya no abandonen las escuelas, que reciban atención de calidad en las mismas, que tengan oportunidades de acuerdo a diagnósticos que se les vaya haciendo desde pequeños para que cuando salgan de la preparatoria o una carrera universitaria se dediquen a un oficio o profesión que les haga felices.

De verdad, no es nada del otro mundo lo que se pide, psicólogos, trabajadores sociales, orientadores vocacionales y expertos en educación saben que se puede, que tanto dinero que se destina a este sistema debe valer la pena y, cómo mínimo, necesitamos exigir que se les entrene y capacite para ser lo mejor en la tarea a desempeñar de adultos.

Claro es, para lograr la felicidad de los nuestros el primer paso es elegir un buen presidente de la República, luego mejores Senadores y Diputados sin olvidar a los alcaldes, requerimos hombres y mujeres decentes porque son los que pensaran primero en el pueblo que en sus carteras o en sus novias y no habrá negocios protegidos por el poder, en síntesis, en las urnas comienza nuestro cambio.

Sí, hay que orar por Siria, me gusta que en sus feis, cuentas de twitter, whatssapp y lo que se les ocurra pongan la bandera de ese país, pidan por sus niños, lloren por sus muertos, pero también es tiempo de aterrizar, de entender que México requiere nuestras oraciones pero más que eso de nuestra participación, mejor aún, de que comprendamos que para cambiar el mundo tenemos que empezar por la casa y no intentando que los sirios o iraquíes cambien su forma de pensar, yo digo.

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