Se imponen Warriors vs Pelicans

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Agencias

Desde que Daryl Morey ensambló en verano la que creyó que era su arma perfecta para plantar cara a los Warriors, y desde que ambos equipos se enfrentaron en un partido electrizante en la jornada inaugural, toda la NBA ha considerado el Oeste una sucesión de pequeñas historias que conducían a la gran historia: una final de Conferencia entre californianos y texanos con, además, sabor a Finales anticipadas. Ya está aquí, a partir del próximo lunes: los dos llegan después de un 8-2 en las dos primeras rondas pero de formas muy distintas.

Los Rockets, y por eso tendrán factor cancha, se han pasado el curso reivindicándose y armándose de razones para esta batalla que ahora confrontan. Los Warriors, el perro viejo, han medido fuerzas y han jugado solo cuando han querido y con el cuentagotas en la mano. Los Rockets llevan toda la temporada jugando una eliminatoria que ahora por fin ha llegado. Los Warriors han reducido la temporada a esa eliminatoria.

Las conjeturas, las cábalas de los analistas y las mediciones desde la distancia se han acabado. Los Warriors aplanaron a los Pelicans (113-104 con mucho maquillaje visitante) y sellaron un 4-1 que les pone en su cuarta final del Oeste seguida. La última eliminatoria que perdieron en su lado del país fue en la primera ronda de 2014. Por primera vez desde entonces, van a jugar sin ventaja de campo. Pero con Steve Kerr siempre (14 eliminatorias ya) han ganado al menos un partido de playoffs a domicilio. En el Oracle, por cierto, no gana nadie en eliminatorias desde el fatídico séptimo partido de las Finales 2016 ante los Cavs, el del triple de Kyrie. Desde allí, 12-0.

Los Pelicans han sido un sparring que ha jugado a ritmo alto e intercambio de golpes, un estilo que ha liberado lo mejor de unos Warriors que han ido cogiendo tono, otra vez como si todo fuera un largo entrenamiento para lo que viene ahora, en el momento más oportuno.

Después de dejarse llevar en el tercer partido, Kerr estrenó a su quinteto de la muerte de salida y el resultado ha sido dos exhibiciones ante un rival absolutamente impotente, cuyas virtudes (enormes: solo hay que recordar la primera ronda) quedan absorbidas por un rival gigantesco. Y que sale de la temporada con un excelente sabor de boca pero una decisión capital que tomar: ofrecer o no un contrato máximo a DeMarcus Cousins después de su gravísima lesión y de que hayan jugado de maravilla con Davis como pívot y Mirotic abriéndole la pista.

El quinto partido fue un intercambio solo cuando quisieron los Warriors y un aplastamiento en apenas un puñado de minutos. Suficiente. Los Warriors tiraron bien, perdieron pocos balones, rebotaron de maravilla (así ha sido durante todos los playoffs) y disfrutaron de minutos de excelentes sensaciones de la rodilla de Stephen Curry.

Un asunto esencial para lo que vendrá a partir de ahora. Un muy fácil 48-37 inicial se convirtió en un 50-51 en la primera siesta local. Desde ahí, el infierno: el segundo tiempo se  abrió con un 25-4 en menos de seis minutos (de 59-56 a 84-60) con una defensa antológica, Draymond Green enviando a Anthony Davis lejos de la zona y Stephen Curry y Kevin Durant capitalizando unos minutos de extraordinaria actividad defensiva, ritmo felino y circulación frenética. A ese nivel, los Warriors son sencillamente irresistibles.

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