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Carlos López Arriaga – ¿Genocidio imprudencial?

El 4 de mayo pasado, esta columna llevó por título: “COVID, evitar la recaída”. No se necesitaba más que sentido común y hábitos regulares de lectura para darse cuenta del grave peligro en puerta.

Ya para entonces LÓPEZ OBRADOR demostraba claramente su animadversión a las pruebas masivas, como método esencial de diagnóstico.

La perspectiva empeoró cuando vimos a un presidente urgido en reabrir la actividad pública, para responder a una necesidad netamente electorera, sin importarle el altísimo riesgo sanitario.

Un mandatario que, además, se negó desde un principio al uso personal del cubrebocas, arrastrando con su mal ejemplo, a la masa de feligreses que se mimetizan con él.

Aquellos que lo calcan de manera religiosa, como un modelo superior de conducta. Puros malos mensajes para el candor popular que hoy sigue de fiesta en fiesta, sin asumir las medidas precautorias con el rigor indispensable.

Y bueno, si el presidente es temerario, su masa de prosélitos más ingenuos le sigue alegremente. Son igual o más temerarios todavía.

Se dejan envolver por esa sensación de falso optimismo que de manera sistemática escuchamos en frases como el fantasioso aplanamiento de la curva, el “vamos muy bien” y el igualmente ficticio estribillo de estar domando la pandemia.

La realidad desmiente a LÓPEZ OBRADOR todos los días, pero este no parece tomar nota. O, si lo hiciera, no lo refleja en su narrativa donde invariablemente sostiene un espejismo de felicidad.

Los medios reportan a diario actividades colectivas, bailongos, concurrencias de playa, eventos religiosos, conciertos. Y ello lo vemos, de manera muy especial, en las regiones donde MORENA tiene abundancia de votantes.

Curiosamente, son las que registran más altos índices de contagio: Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Guerrero, EDOMEX y, por supuesto, la Ciudad de México.

PESADILLA ANUNCIADA

Ocioso resulta el detenernos a pensar si en verdad no entienden o no quieren entender. En cualquier caso son espejo del relajamiento que observan en sus autoridades.

Pero también del mensaje oscuro y contradictorio que el vocero sanitario HUGO LÓPEZ-GATELL difunde cada noche en cadena nacional.

Todavía en su alocución sabatina más reciente (junio 27) ANDRÉS MANUEL se atrevió a decir, en referencia a la pandemia, “que afortunadamente va bajando, poco pero va bajando.”

Que alguien le preste un diccionario: ¿qué significa bajar?, vocablo hoy tan adulterado en su semántica como “aplanar” o “domar”.

Aunque la peste no baja, ni se aplana, ni se doma. Tampoco llega el cacareado “pico más alto” que LÓPEZ-GATELL pronosticó para abril, luego para mayo y después para junio. Justo es repetirlo, recio y quedito, no lo hemos alcanzado.

Pese a ello, la administración federal se comporta como si la emergencia sanitaria ya estuviera de salida, cuando ni siquiera hemos registrado su pico más alto.

En mi referida columna del pasado 4 de mayo, me permití advertir contra “ese viejo hábito de empoderados y poderosos que los lleva a tergiversar la verdad y adulterar estadísticas por conveniencia propia.”

Señalé también que “el gobierno obradorista parece tener razones para emprender, antes de tiempo, el camino de retorno. Entre ellas, la presión del gobierno estadounidense, para el cual la integridad de las cadenas productivas es más importante que la salud pública.”

Hasta aquí las citas a mi columna de hace 25 días. El caso es que la expectativa más pesimista parece estarse cumpliendo. Para más detalles, me permito compartir el respectivo enlace: https://tinyurl.com/yasrx5k6

MENTIRAS FLAGRANTES

El mal avanza inexorablemente al tiempo que desde Palacio Nacional se inaugura una presuntuosa “nueva normalidad”, pese al riesgo que entraña una exposición mayor al contagio.

Ya he mencionado en estos espacios los casos de gestiones desastrosas como las de TRUMP, JOHNSON y BOLSONARO.

El vicepresidente norteamericano MIKE PENCE protagonizó la sandez más reciente. El pasado viernes 26 de junio, PENCE soltó a los cuatro vientos una frase digna de AMLO: “en Estados Unidos”, dijo, “hemos aplanado la curva del Coronavirus”.

Pero la realidad es cruel contra los políticos de boca suelta. Apenas dos días después, este domingo 28, la Casa Blanca anunció la cancelación de las giras previstas por PENCE en Florida y Arizona.

¿Causa, motivo, razón?… El inocultable rebrote en la estadística de contagios en cuatro entidades sureñas de la Unión Americana, como son California, Texas, Arizona y Florida.

Contradicción flagrante. Solamente el señor PENCE (y su jefe TRUMP) ven la curva aplanada. Detalle que sus adversarios del Partido Demócrata señalaron de inmediato como una prueba de que PENCE no puede defender la respuesta fallida de TRUMP contra el COVID19.

Lo mismo en Inglaterra, Italia y España, que en Brasil, Estados Unidos y México, sus jefes políticos son directamente responsables de la gestión observada ante el desafío de la pandemia.

DEBEN RESPONDER

Y este es el tema de hoy. Dentro del mediano plazo, resulta inevitable el deslinde de culpas. Hay una diferencia clara entre las decisiones responsables que salvan miles de vidas y las estrategias obtusas que agravan el mal.

Por supuesto, ningún mandatario desea que sus ciudadanos mueran. Aún así deben responder por fallas igualmente graves y letales como desidia, torpeza, ignorancia, ineptitud, veleidad, soberbia.

Los deslindes son factibles en varias vertientes de la función pública, si, por principio:
(1) No atendieron a tiempo las advertencias de la OMS, (2) se mostraron reacios a dimensionar el problema, amén de (3) francamente remolones para disponer de los presupuestos necesarios que requería el diagnóstico.

Ello, además de (4) una narrativa institucional desidiosa, laxa y de respuesta lenta, (5) donde el optimismo infundado desplazó a la urgencia (6) con presencia de mensajes que objetivamente desalentaron la implementación de medidas preventivas (un mandatario que no usa cubrebocas, pero si presume estampitas milagrosas).

A lo que se añade (7) la decisión de impulsar programas de reapertura (giras presidenciales incluidas) en la etapa más grave de la pandemia.

Por todo ello, dentro del margen razonable que sin duda existió en la toma de decisiones y en la implementación de políticas públicas, existen motivos para señalar errores graves que hoy están pesando en la estadística mexicana de letalidad.

Sobre ello deben responder personas muy concretas y si dicho conjunto de decisiones erráticas se conjugó para incrementar sustantivamente el número de víctimas, ya podríamos empezar a utilizar la palabra genocidio.

Desde luego, no siendo voluntario ni deliberado, cabe hacer el ajuste para ubicarlo como imprudencial, aunque el resultado sea igualmente maligno.

BUZÓN: lopezarriaga21@gmail.com

WEB: http://lopezarriaga.blogspot.com

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