Territorios Baldíos

Darío Fritz El laberinto de la verdad

Darío Fritz

El laberinto de la verdad

Empieza un poema brillante de Coral Bracho: “Esto que ves aquí no es / Alguien te oculta una pieza/ Es el fragmento que da el sentido/ Es la palabra que altera el orden del furtivo universo”. Pero sí aquí no es, ¿dónde entonces? Desentrañar la verdad en estos días puede ser un ejercicio sano de confrontación con los hechos, como siempre lo ha sido, dicho sea de paso, pero por más que se haga el esfuerzo son tiempos de predominio de las verdades fugaces porque quienes hacen su negocio son las mentiras, con su parafernalia de reiteraciones públicas que la imponen como reina de una realidad falsa. Es cierto que sería imposible aquellos de “yo nunca”, nunca he mentido. Y sino recordemos que nos ha dejado la infancia, que por allí empieza esta cuestión. ¿Una mentirita en casa, que hoy no fui a mi clase, y anduve girando de aquí para allá? en la adolescencia. ¿La ausencia en el trabajo por una descompensación esquiva del estómago, dígase borrachera? Hay también mentiras más serias y que hace al límite siempre en la cornisa entre vida y muerte. Un grupo de militares considera sospechosos a un par de jóvenes en un auto y sin mediar aviso ni razón que lo justifique, al menos ante una autoridad judicial, les dispara. Las balas destrozan el parabrisas en la parte superior. Han ido directo a la cabeza. El azar, la suerte, le dice a ambos que se han sacado la lotería. Solo hubo rozones. Ante el inicio de la investigación, los autores no se toman muy en serio eso de explicar. Excusan que se les dispararon las armas sin querer. El juez, algo obvio, dispone la liberación de los detenidos que van por el cobro de acreedores de la vida.

Sigue el poema de Bracho. “El eje oculto sobre el que gira/ Este recuerdo que articulas no es”. Hay un fenómeno muy en boga, aunque antiguo, denominado posverdad, resumida su definición como un engaño para manipular emociones y creencias con el fin de influir en la sociedad. Allí están, propaladores de las noticias falsas, gobernantes manipuladores que las utilizan como arma, políticos que azuzan. El filósofo Guillermo Hurtado dice que aún por encima de la posverdad hay otro fenómeno: la “crisis de la verdad”. En un interesante ensayo reciente, lo sitúa como un aprovechamiento de las nuevas tecnologías, medios de comunicación y la inteligencia artificial, organizado como la estrategia permanente de negar los hechos, en “una postura escéptica e incluso cínica frente a la diferencia real entre lo verdadero y lo falso”. La caída en desgracia, o mejor dicho en prisión, por algunos días, del propietario ruso de la red Telegram, en Francia, lo puede ilustrar. Multimillonario desde hace algunos años por no permitir la privacidad de sus usuarios en su plataforma, deja que allí la criminalidad acampe a sus anchas, así como campañas de desinformación. Ha sido él, pero bien podría decirse lo mismo con X como con Meta.

“Falta el espacio que ajusta el caos/ Alguien jala los hilos/ Alguien te incita a actuar. Cambia los escenarios, los reacomoda”, continúa el poema de Bracho. Una definición ajustada a lo que es el periodismo, nos dice: “Un buen periodista es aquel que ve, allí donde todos miran, algo que no todos ven”. Lo ha dejado por escrito Martín Caparrós. Por eso tanto intento infructuoso por darlo por muerto. Pretenden instalar que las redes serían el sustituto del periodismo pero no lo son. Nunca podrían ver ni mostrar lo que no ven. Los gobernantes suelen soñar con esto. Si cada primero de septiembre suben a la tarima para propagandizarse y hacer loas de su narcisismo, vendrán otros a explicar que la cara posterior y oculta del molde es en realidad bastante sombría.

Cierra premonitoria Coral Bracho en Esto que ves aquí no es, “Sustrae objetos / Cruzas de nuevo el laberinto a oscuras/ El hilo que en él te dan no te ayuda a salir”. Si Hannah Arendt escenificó la posverdad para los regímenes totalitarios, Hurtado en “Biografía para la verdad” asocia que la crisis de la verdad se planta en las democracias liberales y nos amenaza de la misma manera que el cambio climático. Secuestrada la verdad, dice, se ha generado un agotamiento por encontrarla, desinterés y hasta rechazo. Su ausencia amenaza la existencia. Más vale que nos ocupemos de ella, sugiere. Por ahora, las piezas continúan ocultas y el laberinto a oscuras.

@DaríoFritz

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