Con fiesta en las gradas, el Corre gana el clásico tamaulipeco

Diego hizo lo que mejor sabe, poner un centro perfecto para que Alonso Flores pegara un salto espectacular, que hizo recordar los resorteos del goleador panameño René Mendieta, y mandó el balón al fondo de la portería de Gerardo Ruiz.

Por Roberto Aguilar Grimaldo / Portal Infonorte
Fotos Roberto Ivan Aguilar

CIUDAD VICTORIA.- Apenas era mediodía cuando un estruendo se escuchó en la taquilla del estadio Marte R. Gómez, al bajar la cortina metálica y de inmediato ser colocado un anuncio: “Boletos agotados”.

Desde ese momento se auguraba que siete horas después la casa de Correcaminos estaría por vivir un partido de emociones, de clásico tamaulipeco, de pasión, de un lleno como en sus mejores tiempos, de emociones… una fiesta naranja.

La noticia se difundió rápido a nivel estatal, ya no había boletos a la venta para la edición 41 del clásico entre Correcaminos y la Jaiba Brava del Tampico Madero.

Los mensajes y llamadas comenzaron a fluir, porque muchos aficionados (y también muchos novedosos) querían conseguir boletos a como diera lugar, “pago boleto en plateas a 800 pesos”, llegó a ofrecer algún cibernauta.

Y mientras muchos rogaban por conseguir un boleto, por la tarde ya otros más gozaban al participar en las caravanas.

Algunas de las calles de la zona centro se congestionaron debido a que iniciaron dos caravanas de cientos de aficionados. Una comenzó desde Rectoría y la otra desde el 17 Hidalgo. En ambas hubo un ambientazo, con batucadas, cánticos, bengalas, papeles naranjas y porras. Las dos tuvieron un destino en común: El estadio Marte R. Gómez.

“Si hay demasiada gente, y se va a poner muy chingón el juego”, le comentaba un hombre a su compadre durante el recorrido, quien no estaba aún del todo convencido en dar un pronóstico, “nomás que no salgan con su batea de babas, porque me salí antes de la chamba, yo creo que se gana uno a cero”.

Alrededor del monumento del General Pedro José Méndez la efervescencia iba en aumento. Un par de muchachos lo cubrieron con banderolas naranjas, otros saltaban y varios cargaban unos “ataúdes” de cartón refiriéndose a la Jaiba Brava.

Ya había mucha gente, algunos llegaron con hambre y en la explanada consumían tortas, hotdogs o fruta. También se observaban largas filas para entrar al estadio, algo que no se veía desde antes de la pandemia por Covid.

No todo era alegría. Previo al inicio del partido hubo descontrol porque se generaron algunos cuellos de botella para ingresar, los aficionados comenzaron a quejarse porque los minutos avanzaron y no podían entrar, principalmente para la zona de preferente norte. Incluso hubo decenas de personas que se perdieron todo el primer tiempo.

¡APARECIÓ CAPE, CAPE, CAPELUTO!

A pesar de que no entrenó durante la semana, debido a la lesión que sufrió en el partido contra La Paz, el mediocampista de Correcaminos, Gerardo Moreno, apareció en el once que mandó a la cancha el entrenador uruguayo Héctor Hugo Eugui. Repitieron los mismos, con Rubén Castellanos, Joaquín Pereyra, Juan Manuel Capeluto, Daniel Cisneros, Giovani Hernández, Yair Espinosa, Gerardo Moreno, Aarón Salazar, Omar Rosas, Francisco Tede y Fabián Salas.

En lo que si hubo diferencia fue en la actitud, contra La Jaiba el equipo universitario salió volcado hacia el frente, con mayor orden metiendo en su propia cancha a los de celeste.

La hinchada les festejaba todo a los jugadores de casa, como el potente disparo de Tede que pasó muy cerca del poste izquierdo del portero.

Fue el defensa Juan Manuel Capeluto quien se sumó a la ofensiva y al minuto 22 logró abrir el marcador con un remate dentro del área. El futbolista uruguayo corrió hacia la banda para festejar su primer gol en el fútbol mexicano.

“¡Gooooooooooool del Corre! ¡Apareció Cape, cape, Capeluto! el uno a cero, agitando las redes el Corre”, relató a todo pulmón el cronista de ESPN en la transmisión televisiva.

Minutos más tarde el video de su anotación ya se compartía desde la cuenta de Instagram del jugador sudamericano.

“¡Ese es mi pollo!”, gritaba una y otra vez un joven en la zona de plateas norte. Para entonces un hombre con camisa del Cruz azul ya no podía ni gritar por tanta cheve consumida.

La alegría se trasladó a las gradas y comenzó la ola, que poco a poco cobró fuerza. Después la afición usó sus teléfonos celulares para enmarcar una bella postal, como si un ejército de luciérnagas poblaran el graderío.

Estaba por concluir el primer tiempo y Edson García se encargó de empatar el partido a un gol. Así se fueron al descanso, mientras la pista de tartán quedó lista para que las botargas entretuvieran al público.

Uno de los más felices de la noche era Cruz Valadez, porque para entonces ya estaba agotando sus tacos y flautas.

En la parte complementaria el equipo local siguió dándole prioridad a la entrega y al orden táctico.

Destacaron las atajadas de Rubén Castellanos, el ir y venir de Omar “El Ranchero” Rosas, los intentos de Giovani Hernández por generar buen fútbol, así como la garra y bravura de Capeluto que comenzó a ganarse a los aficionados; incluso, en un balón dividido por la banda izquierda corrió con tanta potencia que se llevó con el cuerpo uno de los micrófonos de ambiente de la televisora que transmitía el partido.

Pero los dirigidos por Marco Antonio “El Chima” Ruiz también respondían, el encuentro crecía en intensidad y ambos equipos buscaban el triunfo.

En contraste con los anteriores partidos, Eugui utilizó otras variantes. Ingresaron Alonso Flores, Joaquín Estopier, Miguel Zapata y Diego Hernández, quien volvía a un partido oficial luego de largo tiempo de inactividad debido a una grave lesión.

Desde las gradas, Cuauhtémoc Zapata, hermano del canterano Miguel Zapata encendió la cámara de su teléfono visiblemente emocionado y gritaba: “¡Dale Migue, dale Migue!”.

Ya no le importaban los mil pesos que apostó a un jaibo, solo quería disfrutar el momento que el destino le regalaba, “yo estaba trabajando en Estados Unidos y es la primera vez que se me hace verlo en Liga de Expansión”.

El orgullo del Fovissste entró a la cancha y su hermano, su mamá, su tía, y hasta sus vecinos aplaudían de pie.

Acostumbrados a verlo como centro delantero, a muchos extrañó la posición como enganche, pero desde hace tiempo que Eugui lo viene utilizando ahí; después terminó jugando como volante por izquierda y Diego Hernández de enganche con Cisneros.

Cuando anunciaron que se agregarían 9 minutos de juego, “Chima” Ruiz hizo un cambio defensivo, al sacar al delantero Deivon Magaña y meter al defensa Alberto Ríos. Parecía que se quería regresar con un punto al puerto.

Pero fue precisamente en tiempo agregado cuando Diego hizo lo que mejor sabe, poner un centro perfecto para que Alonso Flores pegara un salto espectacular, que hizo recordar los resorteos del goleador panameño René Mendieta, y mandó el balón al fondo de la portería de Gerardo Ruiz.

La explosión del grito de gol en el Marte fue impresionante, como también lo fue el festejo del joven michoacano, quien en su carrera a la esquina se despojó de la camiseta y luego fue abrazado por todos sus compañeros, “este es el Correcaminos que van a ver en el torneo”, prometería más tarde a la afición.

La comunión del grupo también se vivió desde las gradas, donde los juveniles jugadores que no fueron convocados festejaron ruidosamente el gol del triunfo, aunque ellos en lugar de cerveza celebraban con Gatorade.

RITMO EN LAS GRADAS…

En los minutos siguientes el marcador ya no se movió; el árbitro central José Luis Alba decretó el final del partido con el primer triunfo en el torneo para Correcaminos por 2 goles a 1.

“Allá por el norte, tierra de pasiones,
entre las montañas se encuentra escondida,
es de Tamaulipas la flor consentida,
por eso le canto con el corazón”…

En el sonido de ambiente comenzó a escucharse el tema “Ciudad Victoria”, del compositor Tomás Guillén Ríos, mientras que en la cancha Rosas entusiasmado besaba y señalaba una y otra vez el escudo de Correcaminos.

Héctor Hugo Eugui comenzó a abrazar y felicitar a uno por uno de sus jugadores. Estaba feliz, volvía a ganar un partido oficial como entrenador de fútbol profesional. En abrazos solo le competían los cuates, jóvenes del staf que son muy apreciados por los jugadores.

Y del folclore huasteco la fiesta musical siguió con el “Cangrejito Playero”, cumbia que en la capital representa una respuesta con picardía para los aficionados del sur del estado.

En la zona de plateas sur quien no desaprovechó el ritmo jacarandoso fue Jimmy Ortiz, quien balanceó el cuerpo por los dos metros y medio de concreto, alentado por los aplausos de decenas de aficionados, “eit, eit, eit, solo, solo”.

Era el clímax naranja, el reflejo de la alegría que en ese momento comulgaba toda una afición en las tribunas, con el equipo de sus amores.

Ya en el vestidor, todo el plantel festejaba con el rector de la UAT, Dámaso Anaya Alvarado, quien los felicitó por el triunfo.

Tal vez no fue uno de los juegos más brillantes que se han vivido en el Marte R. Gómez, pero la entrega y el hambre de los jugadores naranjas fue total y lograron la explosión de júbilo en las gradas, al conquistar la victoria número 18 en el Clásico Tamaulipeco.

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