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Martín Sánchez Treviño – Una revolución burguesa

Las fiestas de la revolución mexicana se ha convertido en un recuerdo efímero y de trámite de que fue en realidad la lucha revolucionaria. Ninguno de los festejos se asemejan a los motivos de la lucha revolucionaria. Los gobiernos han sido incapaces de hacer una re lectura y por los mismo de una actualización de lo que fue la revolución.

En esta misma década, hubo actos de provocación en las instalaciones de distintas guarniciones militares, como fue la octava zona en su momento, al igual que otros instancia militares. La corporaciones como la Policía Federal, División Caminos, levanto “un fuerte” de concreto y varillas del más grueso calibre.

La policía municipal apenas hace unos meses retiro de las calles aledañas al 2 Zaragoza los tanques de concreto. En la casa de gobierno se instaló una lámina de un cuarto de pulgada, para prevenir de un eventual ataque.

Dos de los ventanales del palacio de gobierno están blindados, los dos vetanales se blindaron en los últimos 18 años de los gobiernos priístas. El primero en asegurarse fue Tomás Yarrington y el segundo fue Eugenio Hernández. Asimismo Egidio Torre Cantú extendió la placa de acero de la casa de gobierno hasta su domicilio particular en el fraccionamiento Los Naranjos.

La barda de la secretaria de seguridad pública es una muestra de que los fuertes están de moda a casi cien años de la gesta revolucionaria, Lo mismo que el blindaje de la procuraduría estatal. En general los entes públicos son los sitios más seguros. No obstante, dentro de esa misma dependencia reventó el primer coche bomba, en esta capital.

Esa es gesta revolucionaria mediocre del México contemporáneo, del Tamaulipas en el que los ministros de justicia, seguridad, política, educación, salud y desarrollo social por mencionar algunos, se desplazan en vehículos blindados a excesos de velocidad, violentando y quebrantando los ordenamientos viales, mientras que los ciudadanos son acosados por los agentes de vialidad, sobre todo los transportistas foráneos.

El presidente de la república, lo mismo que los gobernadores y los presidentes municipales celebraron la lucha revolucionaria con cocteles, cenas y parrandas. Mientras que a los gobernados, apenas les alcanzó para compra un hot dog o “perro caliente”, un trole elote o unos tacos mantecosos.

Esos son los contrastes de la vida de los mexicanos, esos son los desequilibrios de las celebraciones por la lucha de los héroes. Nadie sabe si su sangre dará frutos o si otros son los que sacaran raja, de los ideales de un país, una nación y una república.

Hoy por hoy, los gobernantes gritones de la noche del 15 de septiembre, están endeudados no con los coheteros, ni los iluministas de sus escenarios, muchos menos con los cocineros de la noche revolucionaria. Sino más bien, con los ideales de libertad, de justicia y prosperidad. Que fueron entre otros los motivos de los revolucionarios.

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