Territorios Baldíos

Darío Fritz. Olas de retroceso

Darío Fritz

Olas de retroceso

Si se colocaran millones de monos a mecanografiar durante diez horas diarias, sería improbable que escribieran algo legible —desde una palabra a un libro. El matemático y político francés Émile Borel usó esta metáfora hace más de un siglo, que denominó Teorema de los monos infinitos, para ayudar a comprender los principios de probabilidad y de cómo el azar puede conducir a resultados inesperados. Quizá en siglos, lo cual no tendría dimensiones humanas, y solo por azar, podrían lograr que escribieran algo coherente. La teoría —algunos científicos trabajaron hace poco sobre esto y ayudados por la tecnología que no tuvo Borel llegaron a conclusiones similares- se utiliza para profundizar en el concepto de infinito o los procesos de creatividad. Los humanos, que sí tenemos esas capacidades de raciocinio, solemos entrar en repeticiones e imitaciones que, como las de los monos, parecieran hacerse sin pensar.
Después de imponer la profundización de la discriminación, el éxito del individualismo sobre lo colectivo, de la economía de los depredadores de la naturaleza y la pérdida de derechos conquistados que trajo el trumpismo en 2016, esas ideas se han comenzado a imitar y repetir en una franja amplia de la humanidad, impensable a comienzos del nuevo siglo XXI, pero que estaban escondidas en nichos muy oscuros y necesitados de ganarse a codazos un lugar. Aquello que comenzó en términos políticos —Trump, los Le Pen en Francia, Meloni en Italia, Bolsonaro y Milei en Sudamérica, Orbán en Hungría y otros que asoman la cabeza en alto en Alemania, Austria, Países Bajos, España o Rumania—, ya cala a nivel económico con expresiones sintomáticas, y con el inequívoco rol de su profusión a través de las redes sociales.
Empresas mundiales como Walmart, la agrícola Deere, Harley-Davidson, Boeing o la consultora PwC han decidido revertir sus políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI, en Estados Unidos), que hasta este momento, con otros aires de consentimiento general, parecían más arraigadas. Muy sensible a una campaña de chantaje de un activista conservador que amenazó con boicotearle el Black Friday, Walmart aceptó esta semana que implementará medidas regresivas: borrará de su lenguaje todo lo que tenga que ver con inclusión y limitará la capacitación sobre equidad racial para el personal, dejará de compartir datos a una ONG que hace seguimiento de políticas LGBTQ, ya no venderá productos de esa temática por parte de terceros en su tienda online, incluidos productos promocionados para jóvenes transgéneros, y revisará su apoyo al Orgullo Gay y otros eventos. El abandono de medidas para combatir el cambio climático, forma parte de idénticas medidas regresivas, en otras compañías.
Todo esto que es patrocinado, directa o indirectamente, por el discurso de Trump -y las medidas que adoptará cuando asuma en enero próximo-, el multimillonario Elon Musk, el activista de derecha Stephen Miller, o la propia Corte Suprema de Justicia estadunidense —varios de sus miembros fueron designados a instancia de Trump—, trae aparejado su diseminación por un mundo muy permeable a buscar cambios o transformación, pero que no necesariamente implican progreso.
La cruzada cultural de esos sectores conservadores contra políticas progresistas, marchan a triunfos consistentes en Estados Unidos, América Latina y Europa. Los intentos por redirigir las lecturas en las escuelas, con miradas prorreligiosas, contrarias a la enseñanza sexual y a las políticas preventivas de salud, o la ideologización de la historia, son algunos de sus sellos más visibles.
Tal cruzada no escatima en insultos, odios, mentiras, exabruptos, chantajes, que logran imponerse como un lenguaje de normalización. Que eso camine también desde las venas de los espacios laborales, donde por necesidad las resistencias se diluyen, remarca otro de sus logros. Los monos de Borel seguirán tecleando in eternum, mientras tanto tendremos que alentar a que el principio de probabilidad creciente de asentamiento de la ola conservadora y los derechos cercenados no se instalen al infinito.

@dariofritz.bsky.social

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