Las Batallas

Editoriales Off 51

Francisco Reséndiz

Atenco y Ayotzinapa, el principio y el fin de Peña Nieto

En una escala en el Aeropuerto de Gander, Canadá, Enrique Peña Nieto platicaba con periodistas tras una gira por Turquía; bromeaba y sonreía. Ahí, en esa platica informal, del 19 de diciembre de 2013, tras un año de gobierno, reveló a los diaristas: “fue Atenco lo que me puso en el mapa, me posicionó y de ahí decidimos trabajar para ser Presidente de México”… era feliz.

Y vaya que las cosas cambiarían para el entonces Presidente de México. La noche del 26 de septiembre de 2014, Peña Nieto abordó el avión presidencial en la plataforma del aeropuerto de Newark rumbo a la Ciudad de México. Al pie de la escalera lo despedían el entonces canciller José Antonio Meade, el embajador de México en Estados Unidos, Eduardo Medina Mora y el representante mexicano ante la ONU, Jorge Montaño… llovía.

Eran las 9 de la noche de esa helada noche en suelo americano. Peña regresaba satisfecho pues, tras año y medio de luna de miel con los factores económicos del país se había consolidado como un referente que todo mundo, fuera de México, quería conocer. En su primera intervención ante el pleno de las Naciones Unidas había anunciado que México se sumaba a los cascos azules.

Era pues el “rockstar” de los líderes globales, aquel con el que los Jefes de Estado de todas las regiones querían tener la foto para su prensa y su ego, lo sentaban con Obama o con el secretario de la ONU Ban Ki-moon, con el premier inglés David Cameron, lo saludaba el francés Francois Hollande… lo reconocían por todas partes, cenas en su honor y elogios por doquier. Pero esa madrugada la felicidad se acabaría.

La imagen construida durante la transición de 2012 por un equipo encabezado por Emilio Lozoya y Luis Videgaray en el exterior se desmoronaría en un instante: en Iguala, Guerrero, 43 estudiantes habían desaparecido, había al menos 5 muertos, más de 200 víctimas directas e indirectas.

Al aterrizar la madrugada del 27 de septiembre en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, Peña Nieto abordó un camioneta blindada que lo llevó a Los Pinos en medio de un operativo de seguridad normal, conformado por siete camionetas a cargo del extinto Estado Mayor Presidencial. Eran cerca de las 3 de la mañana. Hubo silencio ese fin de semana.

En el trayecto, el entonces procurador Jesús Murillo Karam le daba los primeros informes y decía que tanto la Procuraduría General de la República como la Secretaría de la Defensa Nacional y la Procuraduría General de la República estaban atendiendo el tema, pero que todo estaba bajo control. Gran mentira, gran error.

Un error más grave de Peña Nieto fue dejar pasar 10 días sin pronunciarse. El 6 de octubre de 2014, en el Patio de Honor de Palacio Nacional reconocía, en un mensaje de apenas 5 minutos, el reclamo de justicia de los familiares, que no hubiera impunidad y ordenaba la intervención del gabinete de seguridad nacional… había pasado casi semana y media.

Otro error: el desdén de Murillo al caso con el “ya me cansé”, otro más fue el mensaje del propio Peña el 4 de diciembre de ese mismo 2014 cuando en Coyuca pidió a la gente “superar ya” el caso Ayotzinapa. Para ese momento ya había manifestaciones en México y en las ciudades más importantes del mundo exigiendo justicia y la aparición de los chicos.

Fue un error no meter la mano fuerte en las instituciones involucradas, de varios niveles. Lo minimizaron y apostaron al olvido y cuando quisieron reaccionar el sexenio políticamente había terminado. Y el error de hacer dogma una “verdad histórica” a cuatro meses de los hechos.

En agosto de 2018, casi a punto de terminar su mandato constitucional, en Palacio Nacional, Peña Nieto dijo a este reportero: “Ayotzinapa fue otro momento francamente difícil por lo que significó, sobre todo en la pena que embargó a los padres de familia (…) yo me quedo con la investigación realizada, con lo que han definido, lo que lamentablemente ocurrió ahí, donde 43 estudiantes pudieron haber sido quemados en este basurero (…) hoy tienes más de 100 personas detenidas y procesadas como presuntos participantes y responsables de estos hechos”. Era y defendía su verdad histórica.

El pasado viernes, poco después de las 11 de la mañana, circulaba por Anillo Periférico. A la altura de Eje 5 la circulación hacia el Toreo estaba colapsada. Policías de Tránsito de la Ciudad de México escoltaban y abrían paso a una hilera de autobuses de pasajeros. En el parabrisa tenían pintada la palabra “Ayotzinapa”. Iban al Campo Militar Número 1.

Pese al esfuerzo de Alejandro Encinas desde la Secretaría de Gobernación y del compromiso histórico del presidente Andrés Manuel López Obrador para esclarecer el caso, los tumbos de un gobierno siguen en otro; son de otro tipo pero siguen. Mientras, las heridas por la noche de Iguala y la desaparición de los 43 siguen abiertas.

BATALLA MEXIQUENSE

Nos dicen que la eventual alianza electoral de facto entre PRI, PAN y PRD en el Estado de México ha entrado en terapia intensiva, pero que las negociaciones siguen a marchas forzadas entre los liderazgos y tomadores de decisiones de cada fuerza política autorizadas para buscar caminar juntos en las elecciones del próximo año.

De acuerdo con fuentes consultadas, si hay alianza con el PRI a la cabeza entonces la candidata será mujer, si PAN y PRD van solos se retiraría el panista Enrique Vargas para que una mujer encabece esa opción. Al final cada fuerza política ya prepara estrategias alternas ante la posibilidad de un fracaso en las negociaciones.

Pero en el PRI las cosas están llegando a un punto de no retorno entre los dos principales grupos. A tal grado que ya piensan en una tercera vía que está en un momento de posicionamiento a través de espectaculares, bardas y un intenso trabajo en chats internos de liderazgos del tricolor mexiquense. Así va.

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